Álamos

Intereses culturales contrapuestos

Por: Jesús Carvajal Moncada

El pasado Festival Alfonso Ortiz Tirado, en su edición número 40, continuó siendo un espacio ampliamente visitado por personas de varias ciudades de Sonora, las más cercanas, por supuesto, en su mayoría, y probablemente de otros estados, además de los turistas de Estados Unidos que gustan de pasar un tiempo en el llamado Pueblo Mágico, de Álamos.

Sería interesante conocer el por qué la gente asiste al festival, aunque se piense que lo hace por disfrutar de la oferta artística y cultural que cada año a fines de enero se presenta en el mencionado espacio geográfico. En este evento, hay quienes acuden a disfrutar del canto de ópera y sus intérpretes, otros, por conocer artistas que comúnmente no se tiene la oportunidad de apreciar, algunos más, por aprovechar el ambiente del festival para divertirse, salir de noche y consumir alcohol, mientras otros casos lo hacen por presenciar el concierto de cantantes comerciales, como Edith Márquez, recientemente.

El interés no es sólo el consumo y disfrute de la alta cultura, sino la diversión misma, aspectos que no se contraponen en sí, sólo que, en ocasiones, la inclinación por el segundo de ellos, es muy marcada.

Un punto importante también, lo es el hecho de que el festival es aprovechado por escuelas de diversos niveles para llevar estudiantes a estar presentes en las actividades de un día, por lo menos. Los objetivos de la visita podrían variar, por supuesto, de acuerdo a los intereses de cada nivel educativo, pero un fenómeno observado, no en la totalidad, pero sí en gran parte de estas visitas, es una especie de intereses fuertemente contrapuestos. Los jóvenes tienen marcadas preferencias por la música romántica norteña, o por cantantes como Bad Bunny y de estilo similar, además de los llamados "corridos tumbados", por supuesto. Esto hace que les resulte complejo apreciar otro tipo de manifestaciones musicales, entre éstas, claro, el canto operístico.

Aún y cuando podría parecer lógico que hubiese una disposición para abrirse a otras formas artísticas, conocerlas, darse momentos para probar algo distinto a lo comúnmente escuchado, la dificultad para abrirse por completo a la experiencia, es evidente.

El fenómeno es, en cierto modo, similar a la falta de hábitos lectores en gran parte de la sociedad mexicana, ante lo cual no existen fórmulas establecidas que puedan llevar a incrementar la cantidad de libros leídos por los mexicanos, con gran seguridad. Un aspecto clave, aunque tampoco al cien por ciento seguro, es que los niños crezcan en ambientes donde se consume arte, se habla del mismo, se le considera una parte importante en las actividades de las personas, de una familia, por ejemplo, y ello despierta la curiosidad de los pequeños y aprenden a diferenciar progresivamente entre lo comercial y lo no comercial.

Este fenómeno debería estudiarse con mayor profundidad, pero al parecer, es un hecho que la forma como los jóvenes, que incluso llegan a la universidad, entran en contacto con manifestaciones culturales, en este caso, de corte muy comercial o de moda, influye con fuerza en sus gustos a lo largo de sus vidas y genera esquemas de percepción del arte culto como algo aburrido y sólo para determinado público. Su idea es que lo artístico es sólo para pasar un rato divertido, únicamente.

Es positivo, por supuesto, que se siga llevando a grupos de jóvenes a Álamos, y a otros eventos artísticos no comerciales, aunque con esto se hace necesaria una intensa labor educativa. En tanto las artes no sean parte esencial de los currículos escolares, una visita al Festival Alfonso Ortiz Tirado cada año, difícilmente contribuirá a cambiar patrones de apreciación, ya muy arraigados en personas, aún de corta edad.


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